El papel de la superstición en la experiencia diaria
a superstición, por más que la razón tienda a considerarla una fe irracional e infundada, sigue ocupando un papel importante en la cultura contemporánea burlándose de las doctas afirmaciones de los antropólogos y de los anatemas de las mentes preclaras. Quizá «sea sólo una costumbre fundada en los miedos y la ignorancia», pero la verdad es que la superstición es uno de los fenómenos más ambiguos, en especial porque se basa a menudo en creencias convertidas en supersticiosas sólo a través de una interpretación posterior, realizada partiendo de lugares comunes y prejuicios.
Basta recordar el comportamiento de los primeros misioneros cristianos quienes, frente a las manifestaciones religiosas de los pueblos «primitivos» descubiertos y colonizados, no tuvieron ningún reparo en tildarlas de supersticiosas, sin albergar ningún remordimiento ético al juzgar los fenómenos rituales que observaron. De modo que, sin llegar a afirmar que la superstición es un resultado relativo, debe considerarse que la presunta falsedad de una idea es el resultado de un estadio convenido de conocimiento. Así, comprendemos que lo que hoy definimos como superstición, quizás en otro tiempo o en otro lugar no lo fue en absoluto.
Gran parte de las supersticiones están socialmente admitidas, lo que les otorga una cierta solidez en la creencia popular, las hace «creíbles» por parte del grupo que reconoce en algunas creencias una parte importante de su propia tradición. La interpretación depende de la cultura del observador. Su bagaje de experiencias y conocimientos determina su actitud ante cualquier manifestación, de la que posteriormente extrae sus propias conclusiones.
Junto a las supersticiones que podemos definir como colectivas, están las personales, creadas por cada individuo al relacionar las supersticiones «oficiales», compartidas por la mayoría, con otras inventadas, resultantes de convicciones que algunos acontecimientos y sucesos casuales han refrendado, pero consideradas producto de un mecanismo extra natural. Así entra en juego la emotividad personal, auténtica caja de resonancia de las supersticiones. Los hechos externos pueden constituir un factor importante que condicione nuestra emotividad, nos hacen llegar a interpretaciones completamente alejadas y erróneas de la realidad, de las que podemos extraer falsas convicciones que nuestra imaginación se encargará de transformar y convertir en verdaderas. Al margen de estas consideraciones queda siempre una cuestión indiscutible: la superstición afecta a todos, independientemente del nivel social, económico o educativo. No hay más que mirar los datos relativos al mundo de la magia, cartomancia y esoterismo contemporáneos para darse cuenta de lo fundado de esta afirmación.
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Categoría: Supersticiones.
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