El simbolismo mágico de los dientes
La imagen del guerrero o cazador tribal con multitud de collares de dientes y garras pertenece a una determinada iconografía ya estereotipada, que en gran parte ha alterado la auténtica fisonomía de las figura del «primitivo». Las claves de lectura para tratar de penetrar en el universo simbólico del diente son numerosas y llevan a interpretaciones diversas. No somos capaces de establecer cuál fue, en la noche de los tiempos, la actitud del ser humano hacia los dientes. Pero, cuando todavía se creía que algunas partes del cuerpo estaban relacionadas con lo sobrenatural, sin duda debía existir un extraño vínculo con estas armas naturales que, más que ninguna otra parte del cuerpo, identificaban al ser evolucionado con el animal.
La presencia de collares de muelas encontrados en las tumbas del Paleolítico permite suponer una especie de sacralización de los dientes, cuyo fuerte poder destructor en la conciencia animista prehistórica permanecía, por así decirlo, dentro del incisivo arrancado a una víctima feroz. Si observamos los comportamientos rituales que la cultura ha creado en torno a los dientes, apreciamos tres expresiones simbólicas bien definidas:
- Los dientes propios se consideraban provistos de una energía vital que se acercaba a la inmortalidad, de ahí que no debieran perderse.
- Los dientes de los demás, seres humanos o animales, se usaban por su contenido (fuerza, poder, relación con la divinidad).
- Los dientes cumplían una importante función iniciática.
El primer punto presenta aspectos bastante conocidos y que se han mantenido en el tiempo, por lo que aún pueden encontrarse en la cultura occidental. Nos referimos a esa especie de tabú que aconseja no tirar nunca los dientes que se caen. En muchas culturas, esta regla ha asumido un valor casi religioso, hasta el punto de que dientes, uñas y pelos se conservaban en agujeros o grietas para que el legítimo poseedor, al morir, pudiera recuperarlos.
También la tradición, que enseña a los niños a esconder bajo la almohada el diente recién caído para que un ratoncito por la noche se lo lleve y deje en su lugar un regalito, ha llegado hasta nosotros. Es posible que esta forma haya sobrevivido hasta nuestros días por estar enmarcada en el mágico universo infantil.
Al margen del valor lúdico propio de esta forma popular de mitología, relegada hoy sólo al ámbito infantil (pero, como hemos visto, con expresiones más adultas en las culturas primitivas), existe además una memoria ritual más antigua, que hunde sus raíces en la magia. En muchas culturas se creía que la caída de los dientes era una forma de castigo divino infligida a los que habían infringido el tabú que prohibía tocar alimentos con las manos a quien había enterrado a un muerto. En el África occidental, los dientes de un jefe muerto eran un poderoso talismán contra la lluvia, mientras que para algunas poblaciones de Oceanía, los dientes de los antepasados formaban parte de los cultos al Sol.
Incluso el momento en que se formaba un diente era una ocasión para formular pronósticos. Por no hablar de los niños que nacían con dientes, que inmediatamente eran considerados criaturas diferentes a las otras, relacionados con el mundo sobrenatural.
La atribución de poderes sobrenaturales a los dientes de algunas criaturas, animales en particular, se halla dentro de numerosas culturas. Prueba de ello son, por ejemplo, el collar de dientes de lobo o de oso y la siembra de dientes de dragón. En el folclore, tenemos pruebas concretas de la conservación de esta tradición en la farmacopea de la medicina empírica. El polvo de diente de lobo era un óptimo revitalizador y los funglungscih (blancos y gruesos dientes de dragón), hábilmente tratados por los farmacéuticos chinos según fórmulas milenarias, eran un óptimo afrodisíaco.
También se recurría a métodos empíricos para curar el mal de muelas, que iban desde las extrañas aplicaciones de raíces de espárragos en la muela dolorosa hasta rituales paganos, como el que aconsejaba clavar un mechón de pelo y unas uñas en la puerta de la casa del que estaba aquejado por ese dolor. Además, había manifestaciones sincréticas, como la sugerida por Alberto Magno en su obra Los admirables secretos de Alberto Magno, que indicaba como panacea contra todos los dolores de muelas el que se pidiera limosna para San Lorenzo. O bien se dirigía a San Leonardo con esta oración:
San Leonardo por el mar iba
la Virgen María allí lo encontraba
¿Qué haces San Leonardo, que vas llorando?
¡Por la muela que me duele estoy llorando!
¡Si tan sólo se cayera!
Oremos a Dios y la Virgen MaríaPara que el dolor de muelas desaparezca.
En nuestra cultura racionalista, los dientes han perdido su significado ritual directo y se consideran canales privilegiados de comunicación simbólica, en particular cuando aparecen en sueños. De hecho, soñar con dientes suele ser siempre un mal presagio, y perderlos en el dédalo onírico es anuncio de la muerte de algún familiar o persona próxima al círculo de amistades íntimas de aquel que lo ha soñado. En cambio, según el psicoanálisis, este tipo de sueño refleja el miedo a la castración.
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Categoría: Supersticiones.
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