El testimonio de plinio el viejo sobre el eclipse lunar
Plinio el Viejo (2379 d. de C.), en su obra Historia natural, nos ofrece un importante documento sobre el esfuerzo de los hombres cultos y racionales de la Antigüedad por interpretar científicamente el eclipse lunar:
Entre los romanos, el primero que expuso al pueblo la causa de los eclipses de Sol y Luna fue Sulpicio Galo, que después fue cónsul con M. Marcelo, pero que en aquel entonces era tribuno militar. Un día, antes de la batalla en que Paulo venció a Perseo, invitado por el comandante a hablar delante de las tropas congregadas, predijo un eclipse liberando de este modo al ejército de la aprensión. Seguidamente trató de argumentarlo también en un libro.
Entre los griegos, el primero en estudiar esta materia fue Tales de Mileto que, en el cuarto año de la cuadragésima olimpiada, anunció el eclipse de Sol que tuvo lugar bajo el reino de Aliates.
Posteriormente, Hiparco llegó a predecir todos los eclipses de Sol y Luna que se darían en un intervalo de más de seiscientos años. Estos hombres admirables, de empeño casi sobrehumano, descubrieron las leyes que regulan los movimientos de esas grandes divinidades y liberaron del terror a la mísera mente de los seres humanos que, en todos los eclipses, temían la manifestación de culpas y una especie de muerte de los astros (hasta las sublimes voces poéticas de Píndaro y Estesícoro sintieron horror ante la desaparición del Sol); y en los de la Luna sospechaban la presencia de encantamientos y prácticas mágicas, y por eso acudían en ayuda del astro con gritos y alboroto. Atenazado por el terror al eclipse, el general ateniense Nicias, que ignoraba la verdadera causa del fenómeno, no osó sacar la flota del puerto y arruinó así el poderío de Atenas.
El Pseudoeligio especificaba en el Indiculus superstitionum et paganiarum:
Nadie debe temer iniciar una empresa con la Luna nueva. Dios ha hecho la Luna para que marque el ritmo del tiempo y atenúe las tinieblas de la noche; no para impedir el trabajo de nadie o para provocar la locura del ser humano, como defienden los necios, según los cuales los endemoniados sufren por culpa de ella. Nadie debe llamar señores al Sol o la Luna y convertirlos en ídolos. Son criaturas de Dios y sirven a las necesidades de los hombres siguiendo la voluntad de Dios.
Un universo aparte que confirmaba a los seres humanos la constante presencia de las divinidades en las cosas diarias, en las más simples manifestaciones de la naturaleza, en los signos sobrenaturales difíciles de comprender sólo con los instrumentos suministrados por la Iglesia.
Es importante recordar que la Luna ha mantenido inalterado su simbolismo durante mucho tiempo, creando a menudo lazos singulares con el universo del misterio y lo oculto. Los egipcios pensaban que el eclipse lunar se debía a que la cerda celeste devoraba al astro. Aún hoy se cuenta que los habitantes de la localidad de Puyvendran, en la Dordoña, descontentos con las noches oscuras, decidieron apresar a la Luna llena. Una noche, cuando se reflejaba en el yunque de un herrero, fue engullida por una enorme cerda que había sido atraída tirando salvado al agua.
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Categoría: Supersticiones.
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