Ensayo sobre los errores populares de los antiguos de Giacomo Leopardi
En los textos de los ilustrados, y en especial en un libro de Giacomo Leopardi, Ensayo sobre los errores populares de los antiguos, se habla de la creencia como expresión de una visión distorsionada de la realidad. La creencia está determinada por muchas causas, a menudo intrínsecas a la cultura en la que se consolida una determinada fenomenología. El propio Leopardi, en una breve nota enviada a su editor, explica así su obra:
Tiene como fin divulgar los errores populares de los antiguos y su gran afinidad con los de los modernos, y la utilidad que puede extraerse del ejemplo de las épocas pasadas. Con la ayuda de los autores griegos y latinos, se tratan los prejuicios comunes a griegos, romanos, e incluso judíos; y se pasa ordenadamente de los teólogos a los metafísicos, a los especialistas en meteorología, historia natural del hombre y zoología. Se bromea sobre la magia, los sueños, el estornudo, las apariciones de los espíritus del mediodía, los terrores nocturnos, la naturaleza del sol, el alma y el alimento de los astros, la astrología, los eclipses, los cometas, el trueno, el viento, los pigmeos, los cinocéfalos y otros monstruos semi-humanos. Sobre la longevidad y el resurgimiento del ave fénix, la vista del lince, y se examinan sus orígenes y progresos de forma filosófica. De los antiguos se pasa a los modernos, se señalan las fuentes de nuestros errores populares y las causas que los alientan, se habla del progreso de las ciencias y de su influencia sobre el vulgo.
Leopardi identifica la superstición con el concepto de error, partiendo de la idea preconcebida de que «la historia de los errores populares es equivalente a la de los prejuicios». El error es, en efecto, la «idea» que subyace en el ensayo:
El mundo está lleno de errores y la preocupación principal del hombre debe ser conocer la verdad […]. Es mucho más fácil enseñar una verdad que establecerla sobre las ruinas de un error; es mucho más fácil añadir que sustituir […]. Todos coinciden en que es necesario renunciar a los prejuicios, pero pocos los reconocen, poquísimos saben liberarse de ellos, y casi ninguno piensa en arrancar el mal de raíz […]. La naturaleza esconde generalmente verdades, pero no muestra los errores; forma personas sencillas y no cargadas de prejuicios. La mala educación consigue lo que no puede la naturaleza. Puebla de absurdas ideas las débiles mentes pueriles: la cuna del niño está rodeada de prejuicios de todo tipo y se educa al muchacho con estos perversos compañeros.
Recordemos que habitualmente el error se considera una equivocación o una creencia falsa: por extensión, el término se refiere también a una acción incorrecta o a una trasgresión cometida por ignorancia o inadvertencia. Es como el humus sobre el que crece la ignorancia y que proporciona un camino, donde el conocimiento generalmente no puede afirmarse y acaba por degenerar en la irracionalidad. La historia de los errores es larga, como advierte Leopardi:
[…] como la del hombre. El prejuicio, en el sentido en que usurpa esta palabra, es muy diferente del error, puesto que este puede nacer a la vez y expirar, oponerse a las ideas recibidas normalmente, ser común a pocos, y también pertenecer a uno sólo; aquel es forzosamente duradero, su vida raramente se limita a una sola generación, es el sentir del pueblo y reina en la mayoría de los hombres, o al menos de algunas naciones. Todo prejuicio es un error, pero no todo error es un prejuicio. Salta a la vista. Por eso, nosotros, al ceñirnos a los prejuicios, hemos asumido la tarea de examinar apenas una décima parte de los errores; limitándonos a volver con el pensamiento a los prejuicios de los antiguos hemos centrado nuestras investigaciones en apenas un tercio de los prejuicios.
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Categoría: Supersticiones.
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