Historia del magnetismo humano
El Magnetismo como la Frenología, existe desde tiempo inmemorial. Los egipcios, griegos, romanos, celtas lo conocieron; pero sólo en sus efectos, y como agente no sometido a la voluntad del hombre. Los sacerdotes egipcios decían que su diosa Isis, durante sueños, inspiraba a los fieles el modo de curarse las enfermedades. Los primeros médicos griegos empleaban en la curación de sus enfermos, ciertos procedimientos mágicos muy semejantes a las fórmulas de nuestros magnetizadores. ¿Qué eran las célebres Sibilas de los romanos, sino sonámbulas naturales: y sus oráculos, respuestas de alguno que espontáneamente se magnetizaba? ¿No nos dice San Justiniano: «Las Sibilas decían con justicia y verdad muchas cosas extraordinarias, y cuando el instinto que las animaba desaparecía, perdían la memoria de lo que ellas habían anunciado»? Entre los Celtas, las Druidas o Sacerdotisas, en un estado de somnolencia, sanaban o pretendían sanar a los enfermos que se consideraban incurables; tenían o pretendían tener conocimiento del porvenir, y lo anunciaban a los mortales.
La historia del Magnetismo ha probado que muchas curaciones notables y otros inexplicables prodigios de la edad media se debían a la operación de aquel agente. Pero las personas que entre aquellas gentes producía estos sorprendentes fenómenos se consideraban criaturas sobrenaturales, a quienes Dios había dotado de facultades portentosas. Había en ellas un poder que espontáneamente se desarrollaba, y que se conocía sólo por sus efectos. Por este poder, entre los medas, persas y otras naciones, se curaba o pretendía curar, como nuestros ignorantes saludadores, por ciertas prácticas y fórmulas, al parecer extravagantes, hijas del instinto de sanar. Este poder no era más que el sonambulismo espontáneamente desarrollado; y este instinto, talento natural de sanar, origen de toda medicina.
El Magnetismo, en este estado, era como el vapor antes de Fulton, o como la electricidad antes de Franklin; existía, sí, pero no se dominaba. Para poder sacar provecho de este agente, era preciso que el señor de la creación pudiese dirigirlo; y he aquí lo que hizo Mesmer, el cual como todos los grandes genios, pasó al principio por charlatán, y se venera ahora, con justo título, como bienhechor de la humanidad.
El descubrimiento de Mesmer no fue el del fluido nérveo o magnético, que éste todavía se desconoce, sino producir, por medios artificiales, fenómenos que este fluido producía, ya espontáneamente ya por externa o extraña desconocida influencia. Mesmer descubrió el modo de poner el fluido nérveo o magnético en aquel estado que produce los fenómenos que hoy se llaman Magnetismo y sonambulismo. Mientras no se descubra y domine la causa de esos fenómenos, esto es, el mismo fluido nérveo, el Magnetismo humano.
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Categoría: La Magia Blanca.
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