¿La astrología es una forma de superstición?


Hace unos años, partió de las columnas del Osservatore Romano un duro ataque contra la astrología, definida como «una auténtica desviación religiosa, en oposición a los principios revelados por la Biblia». Pese a las duras acusaciones, el llamado «psicoanálisis de los pobres» sigue convenciendo a un alto porcentaje de hombres y mujeres que, más o menos declaradamente, busca en los astros algo que no consigue encontrar en los recovecos de la vida diaria. Es muy significativa la puntualización del Catecismo de la Iglesia católica:

Hay que rechazar todas las formas de adivinación: recurso a Satanás o los demonios, evocación de los muertos u otras prácticas que equivocadamente se considera que revelan el porvenir. Consultar los horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, los fenómenos de videncia, el recurso a los médiums, esconde la voluntad de dominar el tiempo, la historia y, en definitiva, a los hombres, además de un deseo de hacerse propicios los poderes ocultos.

¿La astrología es una forma de superstición? Supersticiones

Según la sociología, la astrología es el espejo de la fase actual de la sociedad capitalista, con su constante invitación a la competitividad, la salud a cualquier precio, el éxito… Es la proyección cosmológica de las reglas de una civilización que no logra contener su deseo de poder. De ahí que, mediante la adivinación a través de los astros, el hombre moderno, respondiendo a una necesidad ancestral, trate de dilucidar qué pasará en el futuro, las líneas portadoras del tiempo que ha de venir. Cuando Hipócrates en el siglo v a. de C. afirmaba que «quien ignora la astrología debe considerarse no un médico, sino un idiota», seguramente debía tener sus motivos. Pero hoy ya no es así. Interpretar el misterioso mensaje astrológico no contribuirá a mejorar nuestro estado físico, pero puede tener un efecto placebo que nos ayude a superar muchos problemas que tal vez necesiten de un buen neurólogo antes que un astrólogo. Y a menudo son las personas de ciencia las que gritan «que viene el lobo», y las que vuelven cíclicamente a la cuestión aduciendo motivos de diversa índole, en gran parte fundados.

Para muchos, el enorme éxito alcanzado por la astrología es señal de un malestar extendido, que surge de la incapacidad del hombre moderno por vislumbrar respuestas a esa necesidad endémica de seguridad que caracteriza nuestras experiencias diarias. ¿El horóscopo como «manta de Linus»? ¿Cómo monstruo engendrado por la razón? Son muchos los que han llegado a esta conclusión. Si la astrología no tiene en cuenta la física, significa que la esfera de su influencia es exclusivamente psicológica. Las relaciones con la Luna, el Sol y los planetas no serían más que aparatos utilizados según un esquema exotérico, para dar una fisonomía racional al mecanismo imaginario de la astrología. Para la Iglesia, la búsqueda de respuestas a través de la astrología es, en el fondo, un medio para hacer «ateísmo equivalente» que, al renunciar al conocimiento, se confía a una naturaleza inconscientemente idólatra. Es significativa en este sentido la afirmación del cardenal Giacomo Biffi:

El ateísmo equivalente es propiedad de quien reserva su adoración a cualquier divo del espectáculo o la política; o de quien se abandona a los fantasmas sin medida por alguna realidad deportiva o una ideología emergente; o de quien se obsesiona por el culto a la salud o la forma física, como si de una religión se tratara; o de quien, en vez de hacer de las estrellas el medio para llegar a la verdad trascendente, como han hecho los adivinos, pretende averiguar por las estrellas su porvenir y la dirección de sus acciones, con la estupidez antigua y siempre sorprendente de los horóscopos.

Sin duda, desempeña un papel muy importante el hecho de que los astros tengan el nombre de divinidades paganas y, por tanto, evoquen un pasado misterioso, demasiado fácil de considerar demoniaco. A menudo, los hombres de ciencia se han puesto al servicio de la Iglesia y, con instrumentos laicos, han puesto de manifiesto el «pauperismo científico» de la astrología. Según el astrónomo Paul Courdec —gran inquisidor de la astrología—, autor del libro L’astrologie que saisje?, reeditado sin interrupción desde 1951, los errores evidentes de los astrólogos serían ocho. Los detallamos sintéticamente, pues nos parece que puedan ser el punto de partida de discusiones desconocidas para el gran público:

  1. Los astrólogos atribuyen múltiples propiedades a los astros, sin haber facilitado nunca una prueba.
  2. Se hace referencia a unpantheon pagano proyectado de forma discutible en el cielo astral.
  3. Los astrólogos pasan con facilidad de lo general a lo particular.
  4. Se recurre a un «código empírico de correspondencias eficaces», que no está verificado con estudios científicos.
  5. Los astrólogos hacen un uso discutible de la teoría de las probabilidades.
  6. Los astrólogos no tienen en cuenta el paso de los equinoccios y no consiguen acordar de forma seria y válida la tradición con los datos científicos modernos.
  7. Para los astrónomos, el influjo de los planetas es infinitamente más débil de lo que defienden los astrólogos.
  8. Es demasiado vaga la insistencia de la astrología sobre el momento del nacimiento. ¿por qué la acción de los astros debería incidir más en ese momento que en otro?.

A menudo, estos ocho puntos han suscitado una excesiva polémica, diluyendo cualquier oportunidad concreta de profundización crítica. Junto al aspecto científico, que debe ser estudiado por estudiosos cualificados y sin ideas preconcebidas, deben plantearse también las consideraciones de carácter sociológico, que han llegado a menudo a conclusiones cercanas a las sugeridas por la religión. Desde su aparición, el cristianismo se ha opuesto con violencia a las prácticas astrológicas. En las imágenes, representaciones de astrólogos según la tradición popular de la colección del bibliófilo Achille Bertarelli (18631938), Milán

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Categoría: Supersticiones.






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