La noche de la Epifanía
La noche de la Epifanía era la ocasión para realizar toda una serie de ritos apotropaicos en los que la tradición cristiana se mezcla a menudo con la experiencia pre-cristiana. Por ejemplo, en algunos pueblos, el día 6 de enero, los campesinos golpeaban con una ramita los árboles de fruta repitiendo una cantinela: «Cárgate, cárgate (de frutos) y guárdalos, guárdalos; llena treinta cestos en el año que está por venir». Con pequeñas variaciones en la cantinela, en lugar de una ramita se podían utilizar las cenizas del hogar. En otros pueblos, en cambio, era habitual hacer los canutillos la víspera de la Epifanía; no hacerlo habría causado el nacimiento de los pollitos sin patas.
Sorprende otro rito en donde la tradición de la llegada de los Reyes Magos se sublima con el rito del bautismo de Cristo. La procesión está precedida por un grupo de niños que llevan bastones en los que se han clavado naranjas. Al llegar ante la fuente del pueblo, el obispo sumerge tres veces la cruz en el agua llevando en una mano tres velas encendidas y varias hojas de ruda. Todo el pueblo entona el canto Ne Jordan. Los niños repiten la acción de la inmersión con sus bastones. Las naranjas bendecidas en el agua se repartirán posteriormente entre los participantes. A esto hay que añadir también la tradición de escribir en las puertas de las casas las tres letras CMB, acompañadas de la cifra del año en curso. Probablemente, las tres letras están relacionadas con una antigua fórmula apotropaica: Christus Mansionae Benedicat.
Todavía hoy, con motivo de la comida de Epifanía, es habitual consumir el roscón de Reyes típico en el que se esconde un haba; quien la encuentra en su porción tiene que pagar el dulce. Es una clara reminiscencia del rey Burlón, en cualquier caso con motivos lúdicos, pero no por eso libre del rito del «sacrificio» típico de la fiesta de los saturnales.
Entre las prácticas rituales en las que la experiencia adivinatoria y el desenfreno se aliaban, podemos recordar la tradición de la «suerte de las parejas» practicada en algunos pueblos. Durante la noche del 5 al 6 de enero los jóvenes se reúnen y, después de comer y beber, escriben en hojas de papel los nombres de los solteros y viudos, solteras y viudas. Luego, echan a suertes los nombres creando probables parejas. Al final de la fiesta comunican a los asistentes el nacimiento de las nuevas parejas.
Recordemos también la fiesta del Pignarul. La celebración evoca los hechos históricos locales en los que ejerce de narrador el más anciano, alter ego de la Befana. A la cabalgata se añaden también los Reyes Magos y al final se enciende un gran fuego, el Pignarul. De la dirección del humo se obtienen auspicios sobre la marcha del año.
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Categoría: Supersticiones.
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