Los misterios de la Luna


Desde un punto de vista predominantemente simbólico, la Luna es un astro que esconde en su carácter cíclico los ritos de la vida convirtiéndose en símbolo de la existencia humana, pero con un aura divina añadida debida a su imparable repetitividad. Los mitos relativos a la Luna incluidos en la tradición popular surgen de un substrato cultural más antiguo, dividido en rituales reflejados, sólo en pequeña parte, en el folclore y en las leyendas. También merece muchas reflexiones el vínculo de la Luna con la ley universal del devenir, con el procedimiento iniciático de numerosas ceremonias estudiadas por la antropología.

En la cultura popular, la Luna está en todas partes: influye prácticamente en todos los ciclos biológicos —desde la fecundación al corte del pelo—; y las actividades prácticas —desde el embotellamiento del vino a la siembra— están reguladas por un calendario simbólico basado en ella. Por tanto, es evidente la cantidad de expresiones que se han ido afianzando en torno a este enigmático astro.

Los misterios de la Luna Supersticiones

Dormir bajo los rayos lunares te convierte en sonámbulo, el heno cortado con Luna creciente no gusta a los animales, rascarse los callos con Luna nueva los cura, etc. Son centenares de creencias que durante siglos han ido tomando forma en torno a la Luna. Por lo general, se presta mucha atención a las fases, tratando de realizar algunas prácticas con Luna menguante y de evitar otras, que normalmente varían según los países dando origen a supersticiones opuestas entre sí. Uno de lo fenómenos que la superstición siempre ha relacionado con la Luna es la licantropía, es decir, la presunta capacidad de algunas personas de transformarse en hombres-lobo. Las fuentes más antiguas atestiguan que la licantropía tendría su origen en la mitología griega, encontrando enseguida terreno abonado en la tradición nórdica. Al margen del aspecto puramente mítico y literario que se le dio posteriormente, el origen de esta creencia debe buscarse en la historia de Licaón reflejada por Ovidio en las Metamorfosis (V 209).

A nuestros oídos había llegado la infamia de la edad presente y yo, esperando que fuera mentira, desciendo del monte Olimpo y, como dios, pero con semblante humano, voy explorando las tierras. Sería demasiado largo detallar cuánta impiedad salió a la luz por todas partes. Lo que se decía de esa infamia resultó menor que la realidad. Había atravesado el Menalo, inhóspito incluso para las guaridas de las fieras, el Cilene y los pinares del gélido Liceo. A partir de aquí, entro en el reino inhóspito del tirano de Arcadia, mientras las luces del crepúsculo anuncian lentamente la noche. Era manifiesto que había llegado un dios y el pueblo se puso a orar. Licaón primero se mofó de las pías plegarias, luego dijo: Con una prueba evidente sabré si este es un dios o un mortal. Ni la verdad podrá discutirse. Durante la noche, cuando estoy en un sueño profundo, se dispone a matarme inesperadamente.

Era la búsqueda de la verdad que él prefería. No se limitó sólo a esto: con un puñal abrió la garganta de un enviado del pueblo de los Molosi, y coció una parte de los miembros aún palpitantes en agua hirviendo, otra parte la asó después de encender el fuego. Pero en cuanto mandó poner la mesa con esto, con la rapidez de la venganza, hice derrumbar la casa sobre los Penates dignos de su amo. Aterrorizado, huyó y, encontrándose en el silencio del campo, emitió aullidos e inútilmente trató de hablar. Su boca lanza espumarajos de rabia, calma el deseo de su habitual ferocidad en los rebaños y disfruta de la sangre. Las ropas se transforman en pelaje, en patas sus brazos; se transforma en lobo y conserva del antiguo aspecto sólo los rasgos: la calva es la misma, igual la violencia del rostro, los ojos brillan todavía, la misma imagen de ferocidad.

Según la superstición, las causas de la licantropía se deberían al maleficio, a la Luna, a nacer el día de Navidad, graves infracciones religiosas, causas hereditarias (los hijos de los sacerdotes se convertirían en hombres-lobo) o a una oscura relación con el diablo.

Entre las causas que provocarían la licantropía se encuentra la floración del acónito. Comer sus flores desencadenaría el proceso degenerativo destinado a transformar al hombre en lobo. Es importante destacar que los acónitos son un grupo de plantas de las más venenosas de la flora de montaña y suministran el alcaloide aconitina. Estos vegetales forman parte del amplio complejo de plantas y flores que constituyen el misterioso recetario de la brujería.

En cualquier caso, la Luna se considera una de las principales causas de la licantropía. Para Gervasio de Tilbury (siglo XIII) desnudarse bajo los rayos de la Luna era el medio más rápido para transformarse en lobo. En esta creencia se puede apreciar una especie de demonización hacia aquellos que quedaban determinadas noches para bailar desnudos, celebrando ritos rápidamente asimilados al demasiado genérico del aquelarre.

En la tradición nórdica se decía que si una mujer, después de extender la membrana amniótica de un potrillo bajo la Luna, se tumbaba encima desnuda, pariría sin dolor. Pero sus hijos se convertirían en hombres-lobo y las hijas en brujas. La Luna es considerada, por tanto, el elemento que provoca la metamorfosis animal, de acuerdo con los ecos de aquellas atribuciones míticas que derivaban de la cosmología pre-cristiana y popular. Veamos la opinión del estudioso Mircea Eliade en su obra Historia de las creencias y de las ideas religiosas:

La Luna relacionó, con sus normas, una cantidad enorme de realidades y destinos. Armonías, simetrías, asimilaciones, participaciones, etc., coordinadas por ritmos lunares forman un tejido interminable, una red de hilos invisibles que une entre sí a hombres, lluvias, vegetación, fecundidad, animales, muerte, regeneración, vida de ultratumba, etc. Por eso, en muchas tradiciones, la Luna personificada por una divinidad o presente a través de un animal lunar tejió su velo cósmico y los destinos de los hombres.

Si observamos las tradiciones del folclore europeo podemos constatar que casi siempre son los días cercanos a las grandes festividades religiosas los considerados el momento más favorable para la aparición del hombre-lobo. En Francia, los licántropos se presentarían entre los hombres especialmente la víspera del Viernes Santo, en las fiestas de la Cruz de mayo, San Juan, Todos los Santos, Navidad y durante la Candelaria. En el sur de Italia, donde las creencias acerca de la licantropía están muy arraigadas, el tema parece consolidarse sobre la base de mitos procedentes de un sincretismo socio ex conjurador. Como sucede en situaciones míticas similares, la actitud hacia el ser demoniaco ha creado señales específicas capaces de indicar el comienzo de la metamorfosis (plenilunio, tormentas, después de la media noche, ciertos periodos del año) y, por consiguiente, ha creado «armas» adecuadas para combatir el peligro. Los sistemas adoptados para devolver al licántropo al estado de ser humano son numerosos: van desde el baño en un barreño de agua fría, lanzamiento de llaves… al exorcismo con la cruz y el agua bendita.

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Categoría: Supersticiones.






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