Soñé con un acto de agresión y escaleras


No recuerdo exactamente el comienzo, pero resulta que vivíamos/trabajábamos en una especie de fábrica espaciosa o galpón grande. Estaba tanto parte de mi familia materna como de la paterna (Mis padres están separados, solo para contextualizar). Anteriormente había recibido una llamada medianamente amenazadora, pero parecía una broma de jóvenes (Alrededor de los 14, al igual que yo).

En eso estaba con mi mejor amiga llamada, uhm, vamos a ponerle Kitty de nombre ficticio, ambas ayudando a limpiar una parte oscura, alejada y tétrica de la fábrica. Cada una estaba por su lado pero estábamos cerca, y como ninguna de las dos confiaba en los trabajadores que nos acompañaban y rondaban por ahí (No era ningún tipo de prejuicio, los conocíamos y teníamos nuestras razones para desconfiar) la ayudé a venir hacía dónde yo estaba por medio de señas.

Detrás mío había unas escaleras anchas y enormes de concreto blanco, en su mayor parte vieja y gastada pero sana, aunque en tantas otras rota he incompleta por lo que a veces resultaba difícil transitarla.
Ella y yo bajamos haciendo el menor ruido posible, ya que estábamos escapando y además, por alguna razón, creíamos que algo nos esperaría abajo.

Llegábamos a un patio externo con piso de cemento y un alambrado, probablemente electrificado en sus momentos de gloria, y más allá se este se encontraba un gato negro. No creo que el gato sea algo muy relevante en el sueño, no tengo idea en realidad, pero mi obsesión por los gatos me lleva a nombrarlo.

Una vez abajo aparece un grupo de chicos, encabezado por uno tres años mayor que yo con el que tengo cierta enemistad en la vida real. La mayoría de estos chicos eran de mi edad o alrededores. Con casi todos ellos tengo mis serias diferencias, ya que se aprovechan de mis amigos que tienen un carácter más débil y saben que nunca van a hacer nada para defenderse. Siempre me encargo de defenderlos, y siempre consideré a ellos unos cobardes por meterse con el más débil. Pero entre estos chicos había uno en particular que sí era mi amigo, lo era desde jardín de infantes, y, aunque no teníamos una relación muy allegada, le tenía un cierto aprecio que creía que era mutuo.

El «líder», que vamos a llamar Iván, se acercaba hacía mí con un cutter y decía cosas amenazadoras. En ese momento no podía reaccionar más que para evitar al cutter, pero no por el hecho del ataque en sí, si no porque este amigo lejano, al que vamos a llamar Martín, no hacía nada para defenderme, se limitaba a mirar con indiferencia. Con los ojos llenos de lágrimas le gritaba que qué le pasaba, por qué no me ayudaba. Él se acercó a dónde estaba forcejeando con Iván y lo defendió, no físicamente si no verbalmente.

En ese momento la tristeza se fue de mí y me puse a gritar desquiciadamente, como hago cuando me frustro o estoy explotando de rabia (lo cual es seguido). No gritaba nada en especial, era un grito salvaje he incoherente. Al principio intenté patear a mi atacador pero estaba débil.

Luego del grito todas las energías volvían a mí y recordé que papá siempre me dice que en una situación así las mujeres que se defienden tienen muchas más posibilidades de salvarse (Este es un consejo que me da en la vida real, cuando hablamos de este tipo de situaciones) así que empecé a retorcerme y a intentar golpearlo con violencia.

Le sacaba el cutter y yo lo cortaba a él. No tenía intenciones de matarlo, solo de herirlo para defenderme, pero a lo último lo hacía con gusto. Esto me resultó extraño porque en la vida real la violencia me produce cierta repugnancia.
Ya para cuando lo había perdido control de mí misma Martín se había puesto de mi lado defendiéndome de un ataque físico con palabras (Fue algo inútil, pero lo valoré).

Después de esto nos dirigíamos todos a las escaleras y yo caminaba al lado de Iván. De la nada me sentía algo culpable, lo abrazaba con cariño como si fuera mi amigo y él a mí, y ambos nos pedíamos perdón.
Después de esto Kitty y yo volvíamos a subir las escaleras pero esta vez mucho más fácilmente y con algo de gracia en nuestros movimientos.
Al llegar arriba ella desapareció y resulta que mi familia había visto todo, pero ninguno había ido a ayudarme. Todos hablaban como si hubiesen pasado situaciones similares y contaban sus anécdotas, ignorando el pequeño shock que seguí presente en mí.

Me dedicaron unas palabras de orgullo por mi reacción pero no parecía que les importara.
Eso fue todo, pero tengo una duda. Mi abuela me dijo que las escaleras se relacionan con la sexualidad, ¿Es eso cierto? Lo encontraría medianamente razonable porque Kitty es la chica por la que siento cierto interés en la vida real, siendo yo una chica también.

Sarabi

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Categoría: Tablón de Relatos.






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