Superstición de la sangre
La sangre constituye el elemento fundamental en el simbolismo de la vida. A ella están ligadas muchas tradiciones y no hay religión que no le conceda un valor importante, sagrado. Así que son comprensibles los motivos que han conducido a la formación de numerosas leyendas en torno a este liquido de vida. «Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida» advierte el Génesis (9, 6), especificando que la sangre pertenece a Dios y derramarla o apoderarse de ella representa una infracción que sitúa al culpable en un abismo de malvada perversión del que ya no podrá escapar. Beber la sangre de otro ser humano, como en el mito del vampiro, es tanto como apropiarse de su alma, con lo que queda unido para siempre a su espíritu: «cuidado con comer la carne, porque la sangre es el alma y no puedes comer el alma con la carne» (Deuteronomio 12, 23).
La sangre, «que es vuestra alma viva» (Job 7, 32), además de contener la energía vital de todo ser es también el «lugar» de su idiosincrasia, y apropiarse de ella, respondiendo a la pulsión primigenia de devorar, priva a la víctima de la autonomía que la hace humana. En el origen de esta creencia hay un complejo mecanismo simbólico. En todas las culturas, apoyadas por tendencias religiosas muy diversas, la roja linfa es portadora de fuerza vital, en ella se esconde la energía primitiva, como testimonian las tradiciones rituales de las poblaciones guerreras. La sangre regenera, ofrece el humus más fértil para dar vitalidad a los cuerpos por los que fluye. En este sentido, sirven perfectamente de ejemplo algunas de las tradiciones religiosas nórdicas.
Gracias a su carácter sagrado, la sangre se ha convertido en el principal elixir de la vida y, en la interpretación legendaria medieval, en el elixir de la juventud. Según la interpretación mágico-supersticiosa, la sangre es casi siempre el único medio que permite a quien la bebe superar su propia naturaleza y conservar íntegra toda su vitalidad, esquivando así los límites del común de los morales.
Sin duda, siglos de tradiciones y mitos han creado en torno a las creencias sobre la sangre una serie de supersticiones en las que lo sagrado y lo profano conviven, a menudo dando forma a interpretaciones cargadas de sincretismo. La ingestión ritual de sangre, que en el cristianismo se concreta en el símbolo de la eucaristía, era en la Antigüedad parte de numerosas ceremonias. Por ejemplo, los cultos a Cibeles, celebrados en la Roma imperial dentro del templo Matreum, obligaban a que el neófito iniciado se introdujera en una fosa sobre la que se vertía sangre procedente de un toro degollado. Así describe Prudencio (siglo N) en el Peristephanon la iniciación:
[…] el rocío de sangre se filtra a través de las numerosas fisuras de la madera. El iniciado expone la cabeza, la ropa y todo el cuerpo, que son cubiertos con las gotas que caen. Y se arquea para mojar la cara, las orejas, los labios, la nariz, y se llena de liquido los ojos, la boca, y humedece la lengua con la sangre y la bebe con avidez.
El iniciado tenía la oportunidad, simbólicamente, de adquirir una energía purificadora cuyo efecto era una especie de renacimiento, no sólo espiritual sino también físico. Tradiciones análogas forman parte de otras religiones en las que, a pesar de estar expresadas de otro modo, los fines evocadores no cambian. En el ámbito de las prácticas mágicas, pese a no variar excesivamente la propia trayectoria simbólica, la sangre era un componente del ritual consagrado al mal. Basta con pensar en las creencias sobre el aquelarre de las brujas en el que, casi siempre, se utilizaba la sangre de víctimas inocentes (niños en la mayoría de los casos) para filtros y productos mágicos en cuya preparación intervenía el diablo.
Con frecuencia, la suma de elementos muy diversos ha conseguido que valoraciones esotéricas apresuradas e hipótesis mágicas hayan terminado sedimentando también en las primitivas prácticas terapéuticas.
La sangre se utilizó a menudo como panacea, pero sin reglas precisas, difundiéndose pronto en la medicina popular y la superstición. Se aconsejaban baños en sangre humana para combatir la lepra. El efecto estaba garantizado, siempre y cuando se recurriera a la linfa vital de niños y jóvenes vírgenes. Esta acción cruenta, bajo ciertos aspectos, alteraba el ritual bautismal cristiano y colocaba en la estela de la tradición satánica a todas aquellas prácticas para-científicas que tenían como principal elemento terapéutico la sangre.
El binomio sangre-vida es fundamentalmente un imperativo de la cultura antropocéntrica y tiene su propia consistencia simbólica en numerosos comportamientos propios del horno religiosus. En la tradición babilónica, el hombre nace de la sangre del dios Bel; del gigante veda Parusa toma forma el primer ser vivo; de la sangre de Medusa surge Pegaso; en el Santo Grial se conserva la sangre de Cristo y, según la tradición medieval, beber de esta copa concedía la inmortalidad. Homero hace beber sangre a las almas de los difuntos para permitirles recuperar la memoria. La separación del primitivo papel sagrado ha conducido a interpretaciones completamente privadas de su función ritual determinando acciones dominadas por la mera búsqueda del improbable elixir para destruir el viejo espectro de la vejez.
La literatura ha contribuido a difundir esta tradición creando alrededor de algunos personajes históricos un aura terrorífica, incluyéndolos entre los bebedores de sangre, que era apreciada por ser el único medio para sobrepasar los límites de lo humano.
Los hombres y las mujeres que, según las crónicas del pasado, practicaban formas de vampirismo positivo (es decir, se alimentaban de sangre extraída a vírgenes y niños) son más abundantes de lo que se podría pensar a priori. Ciertamente, la leyenda y las reconstrucciones literarias han alterado a menudo la auténtica dimensión de los hechos y han concedido a algunos personajes una tradición demoniaca ajena a cualquier coherencia histórica.
La insaciable «sed de vida» del vampiro sólo evidencia la condición de espectro característica de estas criaturas sin paz, en búsqueda de una posibilidad para recuperar su primitivo estado de vivos. Por tanto, en su condición, similar a la de los fantasmas, los vampiros no tienen imagen y están destinados a desaparecer antes de que aparezcan las luces del alba: «los hombres justos prevalecerán sobre ellos, por la mañana se desvanece su imagen» (Salmos 49, 15).
Debido a sus presuntos principios terapéuticos, la sangre se ha utilizado en la magia popular como ingrediente de filtros y pociones, pero se consolidó sobre todo en el plano mitológico, mientras que en el práctico las cosas son muy diversas. No se puede decir lo mismo de la sangre menstrual, sustancia ampliamente utilizada en las supersticiones, porque está dotada de una fuerza sobrenatural, a menudo relacionada con la magia amorosa. Hay que tener en cuenta que en las grandes religiones del pasado, la mujer con menstruación era considerada impura y se le prohibían numerosas actividades, pues se creía que podía perjudicar algunos equilibrios naturales.
La cuestión de las prácticas religiosas formadas alrededor de la menstruación presenta un panorama amplio y estructurado, que está consolidado en muchos países. En general, la primera sangre menstrual se consideraba una especie de panacea contra muchas enfermedades, algunas de ellas muy graves. En la magia de amor se aconsejaba echar gotas de sangre menstrual en una bebida. El primer hombre que la bebiera se enamoraría perdidamente de la mujer de la que provenía ese insólito y horrible filtro.
Pero, por lo general, la sangre menstrual se considera un producto dotado de gran poder destructivo. La mujer con menstruación transformaría el vino en vinagre y cortaría la leche, no dejaría fermentar el pan y marchitaría las flores cortadas. Además, unas gotitas de esa sangre vertidas a los pies de un árbol lo secarían en poco tiempo. En continua contraposición entre el bien y el mal, la salud y la enfermedad, la menstruación ocupa todavía hoy una posición importante en las supersticiones. La magia popular hace a menudo uso de este producto con una actitud ante la vida que nos devuelve a las oscuras prácticas mágicas de una época que creíamos haber dejado atrás.
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Categoría: Supersticiones.
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