Superstición del mes de Mayo
Mayo es considerado popularmente un mes desafortunado, en particular en lo que a iniciativas importantes se refiere, como casarse, cambiar de casa, empezar una nueva actividad. Puede que en el origen de esta creencia exista un motivo «práctico» muy preciso: mayo era el mes más conveniente para la siembra y para empezar las labores agrícolas importantes, de modo que en las familias campesinas era necesario que todos contribuyeran, y un par de brazos de más podían llegar a resultar fundamentales. Es fácil adivinar por qué el resto de actividades podían considerarse «frívolas» y perjudiciales para la, ya de por sí, precaria economía rural.
A este respecto existe en la cultura popular un proverbio: «Cásate en mayo y maldecirás ese día». Los niños nacidos en mayo serán siempre enfermizos, igual que los gatos nacidos en ese mes, hasta el punto de no poder cazar nunca ratones.
Mayo es también el mes de la Virgen, pero, bajo la capa de la tradición cristiana, se encuentran reminiscencias de experiencias culturales más antiguas que se pierden en el pasado. Para captar el peso de este pasado debemos referirnos a experiencias rituales genéricamente conocidas como los «mayos». Existen pocos restos, a menudo muy diluidos, de estas manifestaciones, que formaban parte de las prácticas del «Cruz de mayo» y en ningún caso dan fe de la gran difusión de que gozaban en el pasado en las tradicionales celebraciones practicadas entre finales de abril y comienzos de mayo.
En general, los «mayos» son expresiones bastante organizadas, realizadas por grupos improvisados, en algunos casos agrupados en las llamadas casas o confraternidades laicas que se mueven dentro de una comunidad cantando y recitando según un guión a menudo antiguo, que cambia con el tiempo, formado por cantinelas, poesías, canciones, serenatas y otras formas de ritualidad oral, también acompañado de procesiones y en especial de bailes. En esa ocasión, se incluía el alzado del «árbol de mayo» que después evolucionó en el árbol de la cucaña.
La noche del 30 de abril, los jóvenes se dirigían al bosque y arrancaban de cuajo un árbol que después plantaban en la plaza del pueblo como homenaje a las autoridades locales. En la cima se ataban regalos (sobre todo alimentos) y la ceremonia se cerraba con la competición entre los jóvenes para llegar a la cima del árbol y recuperar los regalos.
En algunas localidades, las canciones de mayo eran cantadas sobre todo por las mujeres, «doncellas de mayo»; durante el día; mientras que el «canto de los huevos» era casi siempre masculino y nocturno. Normalmente, el canto de mayo, con un ritual impregnado de una evidente búsqueda de la gracia juvenil, puede considerarse una especie de versión jocosa y pagana (de raíces sin duda muy remotas) de las dramáticas y católicas rogativas.
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Categoría: Supersticiones.
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