Supersticiones a las que hay que prestar atención
Cómo se apagan las velas. Sobre todo cuando forman parte de un rito. Esta superstición pervive especialmente en las fiestas de cumpleaños. Si el homenajeado apaga todas las velas con un único soplido, el año estará cargado de satisfacciones, de lo contrario, las cosas podrían ir de mal en peor. Es necesario expresar un deseo que se cumplirá únicamente si todas las velas se apagan con el primer soplo. Esta creencia tiene probablemente origen en el fuerte simbolismo sagrado de la vela, que en muchas religiones es parte integrante de la relación entre el hombre y la divinidad, la huella concreta de la devoción. Por ejemplo, el rito cristiano de encender las velas a los santos y a la Virgen es una expresión de la relación que une a los fieles con la divinidad. En los altares caseros no se deben apagar nunca las velas soplando, porque se acorta la vida. Es conveniente hacerlo con los dedos humedecidos.
No «hacer cruces». Es un signo nefasto «hacer cruces» con los pulgares o cruzar los brazos cuando se estrecha una mano. El origen de esta superstición es la referencia a la cruz como instrumento de muerte y sufrimiento, sin ningún resto del valor simbólico de resurrección que ha asumido en la religión cristiana.
No blasfemar. Trae mala suerte y aumenta el número de ratas en la casa. También en esta superstición es fácil descubrir la influencia de la religión que, con los medios típicos de la tradición popular, ha creado una estratagema para tratar de reducir una práctica maleducada y blasfema. El vínculo con la rata no es casual: en la Edad Media se creía que este animal estaba estrechamente relacionado con el diablo, así que es fácil comprender por qué los fastidiosos roedores elegirían como morada la casa de un blasfemo.
No secarse en la misma toalla. Cuando sucede, las dos personas terminarán pronto discutiendo. Puede que por este motivo, además de por higiene, en muchos baños encontramos toallas distintas con iníciales o nombres. Se trata de un modo de no destruir la armonía familiar.
Por ejemplo, la prohibición de desear «buena caza», sustituida por la fórmula «buena suerte» debería atribuirse a un sentimiento de culpa que antiguamente imponía al cazador a cazar «como si no cazase» o «como si se realizara la acción opuesta a la que realmente se cumplía». Hubo una vez un tiempo en que matar a un animal era «necesario», porque permitía que el hombre no muriera de hambre, o al menos, que se apropiara de las proteínas que su fisiología reclamaba respondiendo a una necesidad ancestral.
Además del aspecto eminentemente práctico y de utilidad, la caza constituye una actividad determinante en la cultura. Es una experiencia práctica cargada de ambigüedades que, en la aparente casualidad de su procedimiento ejecutivo, incluye múltiples significados en los que conviven experiencias prácticas y planteamientos inconscientes. En realidad, constituye un universo simbólico en el que la superstición representa una referencia «necesaria» para establecer la reglas que hagan de esta práctica un hecho protegido por fuerzas sobrenaturales.
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Categoría: Supersticiones.
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